Patricia Díaz, psicóloga infanto-juvenil de FMLC
Una cuestión que comento a menudo a los padres cuando me consultan sobre el duelo infantil es que éste es como un boomerang: que lo lanzas y no sabes cuándo va a volver. Si tiene que salir, sale, pero no necesariamente en el momento, sino cuando puede salir.
En ocasiones hay muertes que hacen que el niño o el adolescente no reaccione.
A veces el menor no es ni consciente del proceso que se inicia y otras tiene tantas demandas o hay tantas limitaciones en ese momento que no puede vivir el duelo.
Situaciones en las que el duelo infantil no se manifiesta
- Cuando en la familia hay mucho dolor. Son esas situaciones en las que el fallecimiento deja muy tocados a otros parientes principales y el adolescente o el niño no puede o no es capaz de añadir más dolor al que ya vive la familia.
- El niño o el adolescente tiene mucha presión académica. Esto hace que no haya hueco para dolerse, ya que eso supondría una bajada del rendimiento y es uno de los peores momentos. Esto es habitual en cursos elevados de la ESO y en Bachillerato, especialmente en 2º de Bachillerato.
- El niño está bien sostenido por el entorno, tiene muchas actividades y esos apoyos hacen que no perciba la importancia de la pérdida.
- El menor es muy pequeño y no es capaz de entender ni de valorar las consecuencias.
- Las explicaciones que se le han dado son confusas o generan sensación de reencuentro con el ser querido en un plazo de tiempo razonable.
- Es preferible disimular que ya bastante mal lo está pasando.
- La familia lleva preparándose mucho tiempo y parte del duelo ya se ha vivido de manera adelantada.
- Se maquillan o enmascaran determinados detalles de la muerte para que el niño no conozca los detalles.
- Se erigen como portavoces de la familia o se hacen cargo de muchas cosas tras el fallecimiento, ejecutan muy bien las cosas pendientes.