Patricia Díaz, psicóloga infanto-juvenil de FMLC
Ya han acabado las vacaciones y estamos a punto de regresar de lleno a la rutina. Los niños también están a punto de incorporarse al colegio: levantarse, desayunar, coger la mochila, reunirse con sus compañeros, las actividades extraescolares… Todo esto no revestiría mayor problema si no hubiera habido situaciones excepcionales, pero la realidad es que muchos niños pierden a seres queridos durante el verano.
No es que durante este periodo haya una mayor incidencia de fallecimientos, sino que las circunstancias excepcionales del verano hacen que los niños puedan sufrir un retroceso o dificultades a la hora de incorporarse al colegio. Esto se debe a que el verano es una etapa excepcional: los niños habitualmente se encuentran fuera de sus rutinas, pasan más tiempo en familia, no suelen tener mucho contacto con los compañeros del colegio, cambian sus horarios, etc.
Hoy analizaremos varias dificultades que podemos encontrar de cara al regreso escolar de los niños tras sufrir la pérdida de un ser querido durante el verano:
Reticencia a incorporarse al colegio por no querer abandonar a sus familiares
Esta reticencia es normal, se debe a la preocupación que tiene el niño por que vuelva a repetirse la situación. En este caso, hay que tranquilizarle diciéndole que no pasa nada y que en casa estará alguien para cuidarle cuando vuelva del colegio.
Miedo a las opiniones de los amigos o a lo que éstos puedan decirle
Sentirse diferente es uno de los miedos que tiene los niños y los adolescentes: no quieren ser los raros, los distintos, no pueden anticipar cómo van a reaccionar sus amigos ante esta noticia. Lo ideal es que sea el propio colegio quien le anime a comunicarlo a sus compañeros y facilite esta tarea, explicando al resto de niños lo que ha sucedido.
No querer comunicar el cambio familiar
Esto va unido al punto anterior: como no pueden anticipar las reacciones de sus compañeros y no quieren diferenciarse, puede que el niño prefiera no contarle al resto lo que ha pasado ni hablar sobre el tema. Cuando se produzca el fallecimiento, sería adecuado que el entorno del niño se pusiera en contacto con los padres de sus compañeros – con los que mejor se lleve o tenga más trato-, para que se incorporen a los ritos de despedida (funeral, velatorio) y así el niño vaya normalizando la situación y pueda ver que sus compañeros están informados.
Si no podemos incorporar a otros padres y compañeros debido a las vacaciones, hay que buscar un hueco antes del inicio de curso para explicarle al niño que se ha comunicado el fallecimiento y que los padres de sus compañeros se habrán informado entre ellos, así que es normal que hablen del tema y que puede hablar de ello con libertad, pero que, si no le apetece, también es respetable
Problemas para retomar las rutinas
Es habitual que la reorganización del hogar no sea perfecta tras un fallecimiento, hay que hacerse cargo de muchas cosas, cambios… Cuanto más pequeño es el niño más rutinas necesita, de ahí que los adultos que le rodean busquen el modo de mantener las actividades que realizaba de manera habitual y que disfrutaba el curso anterior.
Es cierto que, a veces, los horarios laborales, las exigencias personales o los cambios en las dinámicas familiares no van a facilitar que estas rutinas puedan retomarse, pero sí hay que garantizar las más significativas. Por ejemplo, si salir a jugar al parque todos los días era importante para el niño, hay que buscar el modo de llevarlo al parque con la mayor frecuencia posible. Si no, la pérdida se va a hacer muy significativa.
Si nosotros no podemos hacernos cargo, es importante buscar a alguien que pueda: un familiar, unos amigos que tengan la misma costumbre… pero que el niño pueda mantener sus actividades. Si es más mayor, podemos fomentar su autonomía para que poco a poco vaya asumiendo sus propias rutinas y así no interrumpir sus costumbres. Podemos enseñarles a coger el autobús para ir al polideportivo y recogerles a la salida, para así ir “parcheando” este tema.
Más muestras de tristeza o de “ñoñería”
Tras una pérdida significativa, es común que aumenten los retrocesos, las preocupaciones y los estados más irascibles tanto en el niño como en su entorno. Hay que reconducirle poco a poco a la normalidad, reforzando aquellas conductas que consideremos positivas para ir disminuyendo sus estados de tristeza. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, tras un fallecimiento, los niños necesitan un cuidado y un afecto extra que hay que proporcionarles.
Exceso de preocupación por otros hermanos que se encuentran en el centro escolar
Ante una muerte, los niños tienden a volverse protectores y a querer comprobar el bienestar de otros miembros de su familia. Al principio hay que dejarle que compruebe que el resto de sus hermanos ha llegado bien a clase, si han comido y si se encuentran bien. Poco a poco, les iremos distanciando de esa costumbre de cuidado que no les corresponde.
Aunque resulta entrañable que los niños se preocupen por sus hermanos -sobre todo los adolescentes– y que ayuden a cuidar de sus hermanos más pequeños, mostrar un exceso de preocupación por sus hermanos no es la función de un niño o de un adolescente, así que debemos verlo como una práctica poco saludable y agradecerla, pero espaciarla y remitirla a quien corresponda. Los padres deben explicarle al niño que para eso ya están ellos y que pueden salir, divertirse, y no hace falta que se queden cuidando de sus hermanos.
Aumento de las conductas agresivas o de la irascibilidad
El aumento de irascibilidad en el niño es una conducta normal. Responde a su frustración por la pérdida y es el modo de manifestar su duelo. Sin embargo, no es necesario permitir dicho comportamiento. Cuando tenga esta conducta, le explicaremos lo que creemos que le pasa y le ayudaremos a reconducir su actitud a otras más aceptables.
También es normal que tenga esas reacciones con sus iguales, pues obedece a sentimientos de vulnerabilidad, de sentirse distinto y ante la posibilidad de que sus compañeros les ataquen o se burlen. Si se produce, haremos lo mismo que en el caso anterior: le explicaremos que ese no es el modo de proceder y lo que creemos que pasa, normalizaremos la situación y le propondremos un modo más adecuado de explicar lo que siente.
Necesidad de contactar desde el colegio con sus familiares
Esta conducta forma parte de la necesidad de saber si los familiares que se quedaron en el domicilio se encuentran bien. Al principio podemos permitirles algunas llamadas, si les vemos muy angustiados. Poco a poco les ayudaremos a distanciar esas llamadas, explicándoles que normalmente no pasa nada y que, en el hipotético caso de que ocurriese algo, seguramente se informaría al colegio de inmediato.
Estas son algunas de las conductas más habituales que podemos encontrarnos en la vuelta al cole cuando los niños han sufrido la muerte de un ser querido en verano. A menudo son situaciones que van espaciándose con el tiempo y se normalizan solas, pero esperamos que estos consejos os sean útiles de cara a la incorporación escolar.
Para saber más sobre la atención del duelo en menores, podéis acudir a nuestro servicio gratuito de Psicoterapia de duelo infantil, solicitar que impartamos una charla gratuita para padres y profesores en vuestro centro educativo (a través de este proyecto) o descargar gratis nuestro manual práctico «Hablemos de Duelo», que ofrece pautas para ayudar a los adultos a hablar de la muerte con los niños y da claves sobre cómo viven el duelo los menores según su edad.
También incluye un apartado sobre cómo atender el duelo en el colegio y cómo ayudar a afrontar el duelo a las personas con discapacidad intelectual. La guía está disponible gratuitamente para su descarga en nuestra página web: