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Carta a un padre o a una madre en duelo

Sara Losantos, psicóloga de FMLC

 

¿Cómo superar la muerte de un hijo? A lo largo de mi carrera, he atendido a muchos padres en duelo a quienes resultaba difícil creer que superar una pérdida así sea en verdad posible, sobre todo si se produce de forma repentina.

Cuando se produce una muerte inesperada, lo que más dificulta resolver nuestro duelo es el impacto, la incapacidad para predecir esa muerte, ya que puede añadir un componente traumático que dificulte el proceso, aunque no por eso es irresoluble: en primer lugar, porque hay herramientas específicas para trabajar el trauma, y en segundo lugar, porque el ser humano está capacitado para superar la muerte de un ser querido, incluso de un hijo, aunque las circunstancias de la pérdida sean traumáticas.

Superar un duelo traumático

Cuando la pérdida de un ser querido tiene lugar de forma traumática o a manos de otra persona, los supervivientes pueden sufrir un bloqueo de su duelo. Aceptar la maldad de otro ser humano es complejo y puede añadir dolor al dolor, ya que al doliente este suceso le resulta absolutamente injusto e incomprensible.

Si hablamos de la muerte de un hijo, cuando ésta ha sido causada por una enfermedad grave o por un accidente, resulta más fácil aceptarla que entender la voluntad de hacer daño de otra persona. Hay que luchar contra el dolor y contra la rabia de algo que hubiera podido evitarse. Aunque no es comparable, podría parecerse a cuando se pierde a un ser querido por una negligencia médica.

Visto en abstracto habría una gradación: muerte natural, accidente, negligencia médica y homicidio o suicidio. Sin embargo, eso al final no se cumple porque va unido a numerosas variables que van a modificar y alterar el duelo. No existe un solo duelo igual a otro.

La personalidad y el duelo

De todas las circunstancias que influyen en la intensidad de un duelo, tal vez la más importante sea la base personal, la moral y la fortaleza de cada doliente. Podemos encontrar casos que a priori no tendrían que ser un duelo complicado y, sin embargo, lo son; mientras que, por otro lado, hay casos de duelos que parecerían irresolubles y que se resuelven prácticamente sin ayuda.

Más allá de las técnicas para trabajar el duelo y el duelo traumático, es el componente humano el que permite resolverlo, ya que no se trata de un proceso pasivo. Por eso, más que de fases del duelo me gusta hablar de tareas. Aunque existe un modelo muy extendido que habla de las fases o las etapas del duelo -que es más pedagógico y sencillo de entender-, éste deja al doliente en una posición un poco pasiva. Por eso, cuando hablo de tareas me refiero a las cosas concretas que el doliente puede hacer para que el proceso vaya a su favor.

Las cuatro tareas del duelo

William Worden, que es uno de los grandes expertos en la materia, habla de las cuatro tareas del duelo: aceptar la realidad de la pérdida, elaborar las emociones relacionadas con la pérdida, aprender a vivir en un mundo en el que el fallecido ya no esté presente y, por último, recolocar emocionalmente al ser querido y seguir viviendo.

Cuando se produce un bloqueo en la segunda tarea -elaborar las emociones de la pérdida- es cuando se complica el duelo que de forma natural se resolvería de forma espontánea. Dejar fluir el dolor, darse permiso para llorar, para enfadarse… es lo que permite superarlo. Hay gente que, por miedo al dolor que pueda experimentar el doliente, le dice cosas como: «Intenta no pensar en ello«. Y a corto plazo parece que duele menos, pero a medio o largo plazo eso puede cronificar el duelo. El doliente tiene derecho a reaccionar como quiera ante la muerte de su ser querido

Una salida que toman muchos dolientes es sublimar el dolor. La gente transforma su duelo en una causa o un homenaje al fallecido y eso les sirve para estar ocupados en la memoria de sus hijos o sus seres queridos en servicio de otros. Eso les da mucho consuelo, pero es algo que nace del corazón, espontáneo, no una salida que se deba tomar por obligación.

El tiempo no cura nada

El duelo es un proceso que va de fuera a dentro. Al principio son muy importantes las imágenes, los símbolos… y, al final, hay un momento en el que tu hijo queda dentro de tu memoria y de tu corazón, inaccesible para otros, y ya no son tan necesarias las visitas al cementerio o los rituales. El tiempo es un componente importante en el proceso de duelo, pero no es el más importante. Al final lo que importa es lo que uno haga con su tiempo. Y si surgen dudas, es mejor pedir ayuda.

Cuando empecé a ejercer como terapeuta experta en duelo, me guiaba por las mismas directrices que los demás expertos: lo que ocurre durante los tres primeros meses tras una pérdida es normal, por eso sólo ofrecíamos terapia a partir de ese momento. Pero, en la actualidad, si hay algún componente traumático y un doliente nos pide ayuda antes, le atendemos antes. Por mi experiencia, recomiendo que, si a partir del cuarto o sexto mes tras la pérdida el doliente nota un bloqueo, si su duelo no ha cambiado nada ni en intensidad ni en duración, tiene que pedir ayuda. A menudo solo con explicar al doliente el proceso de duelo, lo que es normal y lo que no, se queda tranquilo y se calma bastante.

En general, cuando en los primeros momentos del duelo la persona manifiesta rasgos de carácter como la bondad, o la capacidad de agradecer…  son signos de un duelo sano. Aunque eso no quiere decir que la pérdida no duela. Dolerse es el precio que pagamos por haber amado.

Estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dudes en consultar nuestra página web:

   www. fundacionmlc.org

 

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